La cadena alimentaria atraviesa un periodo de tensión especialmente desde la invasión de Ucrania
En los últimos meses escuchamos algunas noticias que cuestionan que vayamos a disponer de algunos alimentos en los próximos meses. Desde el Cercle Agroalimentari queremos trasladara la opinión pública un mensaje claro: tenemos una cadena de valor fuerte y sólida, que seguirá poniendo a disposición del consumidor alimentos seguros, de calidad, sostenibles y al mejor precio posible.
La razón por la surgen estas informaciones es diversa. En unos casos se asocia a que la disponibilidad de determinadas materias primas es más escasa. En otros va ligado a que algún eslabón de alguna cadena de valor está sufriendo una situación económica compleja. Por último, quedan aquellos otros que integran muchas circunstancias para concluir que nos enfrentamos a un futuro inestable.
El trigo se considera una materia prima crítica. El trigo duro es la base para la elaboración de sémolas para la elaboración de pastas, mientras que el blando se transforma en harina, que es la base para la elaboración de pan, galletas, pizzas, etc. La FAO, en su informe de junio de 2022, señala que la producción global de 2022 va a superar el consumo en el periodo 22/23, lo que supondrá un aumento de las reservas mundiales de aproximadamente un 0,4%. El consumo desciende por el aumento del precio y, por esta razón, ha dejado de utilizarse en alimentación animal. Además, pronostican menor comercio internacional. El precio también puede dificultar la llegada a algunos países menos desarrollados. No obstante, el acuerdo entre Ucrania y Rusia, con el soporte de la ONU y Turquía, relaja las tensiones y facilita la salida de existencias al mercado.
En la carne de pollo hemos escuchado que puede haber desabastecimiento. Mientras tanto, las empresas que comercializan este producto nos dicen que garantizan la disponibilidad. Cuando profundizamos en ambas informaciones lo que vemos es que los ganaderos que crían los pollos en las granjas dicen que sus contratos no les garantizan cubrir sus costes de producción y reivindican una mejora de estos; si no lo consiguen tendrán que cerrar las granjas. En el fondo lo que hay detrás es una presión para que el conjunto de la cadena remunere de forma adecuada los costes de todos los eslabones. Sumar eficiencia y justicia en la cadena es lo que siempre hemos defendido desde el Cercle y que vienen demostrando nuestras empresas con hechos.
Por todo lo expuesto, nuestra conclusión en el Cercle Agroalimentario es clara e irrefutable: nuestra cadena alimentaria está perfectamente organizada para responder a cualquier reto, como lo demostramos en los primeros estadios de la pandemia del COVID o cuando, tras la invasión de Ucrania por Rusia, hubo que buscar nuevas mercados y proveedores de materias primas para mantener surtidos los lineales de los supermercados. Por tanto, será capaz superar cualquier circunstancia y adaptarse, para seguir ofreciendo alimentos seguros y de calidad, al menor precio posible para el consumidor.
En este momento la cadena alimentaria está atravesando un periodo de tensión, derivado de la situación vivida en el último año y medio, y especialmente desde la invasión de Ucrania. Los precios de las materias primas, y de los insumos que compran los agricultores, ganaderos, pescadores, las industrias de transformación y comercialización de alimentos, o las empresas de distribución, las han subido en porcentajes que oscilan entre un 60 y un 280%. Esto supone que sus costes medios de producción se han elevado en torno a un 50%. Sin embargo, los precios que perciben por sus productos no han aumentado en el mismo porcentaje.
Todos los agentes de la cadena (agricultores, ganaderos, industria, distribución) están haciendo un esfuerzo de contención en los precios, para no repercutir su costes en el precio final de los alimentos que paga el consumidor. Están absorbiendo el aumento de costes con cargo a sus márgenes o a sus reservas o entrando en pérdidas. Es una situación insostenible a corto y medio plazo.
A medio plazo parece que el precio de las materias primas se puede contener y estabilizarse a la baja, una vez que se normalice el funcionamiento de los mercados. Lo mismo cabría esperar de otros insumos como los combustibles o la energía si las medidas habilitadas por las autoridades surten el efecto deseado. Si no se produce esta situación en los meses siguientes, será necesario trasladar esos costes a los precios finales de los alimentos en mayor medida.
Mientras tanto, solicitamos a las administraciones, europeas, nacionales y autonómicas, que sean sensibles a la situación que estamos atravesando y, para empezar, contemplen la suspensión temporal de la aplicación de todas aquellas normas que están en proceso de elaboración y que puedan suponer un incremento todavía mayor de nuestros costes de producción. Y vamos más allá, solicitamos estudiar la rebaja de los tipos aplicados en los impuestos indirectos que graban la producción y comercialización de alimentos, como el IVA en los productos de alimentación. Es una medida indispensable y ya vamos tarde.
MANUEL LAINEZ DIRECTOR GENERAL DEL CERCLE AGROALIMENTARI DE LA COMUNITAT VALENCIANA
Fuente: https://www.lasprovincias.es/comunitat/opinion/reducir-alimentos-necesario-20220803235603-ntvo.html